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Por alguna razón, dedicar mucho tiempo a un video-juego en línea es mal visto por mucha gente. Por ende, lo más probable es que me crean ñoño, ya que el tema a tratar habla de mi experiencia con ello.

Éste juego me entretiene, y a su vez, me quita bastante tiempo, pero intento moderarme. Su nombre es World of Warcraft (WOW); un juego de rol que se desarrolla en un mundo fantástico, en donde cumples misiones, las cuales te permiten mejorar a tu personaje. Lo interesante que tiene es que se juega en tiempo real con mucha gente a lo largo del mundo, lo que hace posible hacer amistades más allá de nuestro país.

Entrando en el Mundo de Warcraft, puedes percatarte de que la mayoría de las personas que gustan de este juego son adolescentes y adultos jóvenes, un segmento de la sociedad que gasta mucho dinero en diversión y pasatiempos. Fue en ese momento cuando cuestioné el hecho de que no exista publicidad sobre WOW en nuestro país y en Sudamérica en general. Presumo que es porque nuestra querida zona sur del globo es famosísima por tener grandes niveles de piratería, lo que nos tiene bastante lejos de ser un nicho de inversión para las compañías de esta clase de juegos. Es lamentable, ya que cuando indagué en la publicidad que utiliza Blizzard (la marca de WOW), me percaté de que es bastante atractiva, constando de figuras reconocidas localmente y algunas a nivel mundial, como por ejemplo Mr. T, William Shatner y Van Damme, quienes describen a sus propios personajes y muestran con un tono bastante cómico facetas del juego.

Otros factores publicitarios de relevancia que posee este juego, son sus continuas alianzas estratégicas con otras marcas, las cuales, integran sus productos a WOW en comerciales animados con las espectaculares gráficas del juego, dándoles a las dos compañías en pantalla un atractivo que no se da habitualmente. Entre otras se encuentran Coca-Cola y Toyota. Este punto refleja el buen ojo de las marcas al arriesgarse, encontrado un nuevo medio que con originalidad fideliza a su público.

Por Juan De la Fuente